Especie del mes de Diciembre: Heteragrion calendulum
La especie del mes de la DSA es Heteragrion calendulum, de la familia Heteragrionidae. Mide aproximadamente 33 mm de longitud, se distribuye desde el sur de Costa Rica hasta Colombia. Sigue las aventuras de Juliana Sandoval al encontrar esta especie rara.
Un Encuentro Fortuito
Muchas de las historias que se cuentan en este blog hablan de grandes esfuerzos para encontrar, fotografiar, o colectar una especie. Hoy les vengo a contar sobre un afortunado evento que nos llevó a encontrar una especie que Edward Bruce Williamson, un prominente entomólogo y dedicado naturalista, estuvo buscando hace más de 100 años. La gran pasión que las libélulas despertaban en este banquero de Indiana lo hizo embarcar en expediciones desde las Islas del Caribe hasta el Amazonas, describiendo muchas especies y compilando una de las colecciones de libélulas más importantes del mundo.
Debo empezar esta historia contándoles lo afortunada que soy. Nací en Colombia y tuve la oportunidad de estudiar biología, desde entonces, he participado en diferentes proyectos que me han permitido vivir por largas temporadas en las más hermosas selvas, desde la Amazonía peruana, pasando por los Andes colombianos y sus valles, hasta el Chocó biogeográfico.
Uno de estos lugares es un pequeño pueblo llamado Santa Cecilia (Risaralda), ubicado en el piedemonte de la Cordillera Occidental, de cara a la vasta selva chocoana. Santa Cecilia tiene una corta pero dura historia. Sus primeros habitantes fueron pueblos indígenas nativos, hace un par de cientos de años los pueblos afro se asentaron en la espesa selva huyendo de la esclavitud, finalmente llegó la “civilización”, que a finales de los 80s trajo la carretera, con ella llegaron los camiones que desde el primer día empezaron a sacar la madera cortada de estas selvas y que hasta hoy lo siguen haciendo. Alrededor del año 2005, el horror de la guerra hizo de este pueblo, de 400 habitantes en ese entonces, un lugar poco amigable para locales y forasteros. En la actualidad la situación ha mejorado y la población de Santa Cecilia es ahora de casi 9000 habitantes. A pesar de su difícil historia, Santa Cecilia es un lugar encantador, rodeado de ríos cristalinos y selvas que albergan miles de especies conocidas y probablemente otros cientos de especies desconocidas para la ciencia.
Para llegar a los lugares más conservados de la selva teníamos que subir y bajar montañas muy empinadas. Uno de los lugares más increíbles, y donde comienza esta historia, es la Quebrada Ranas de Cristal, en donde, casi que sin esfuerzo, se pueden encontrar ranas de cristal (de la familia Centrolenidae) en la vegetación de la quebrada. Pero el verdadero esfuerzo es el que hay que hacer para llegar hasta este lugar. La travesía empieza en Santa Cecilia desde donde subimos 300 m en elevación por una trocha muy empantanada hasta llegar al alto, desde el que descendemos hasta la hermosa Quebrada Mumburutó (500 m. snm.), aquí pasábamos con gran cautela para no molestar a la Garza del Sol (Eurypyga helias), que para el momento de esta historia anidaba sobre la quebrada. Después volvíamos a ascender por una trocha muy empinada hasta alcanzar una elevación de 850 m, el último descenso nos llevaba a nuestro destino a 650 m de elevación.
Este recorrido lo hacíamos con cierta frecuencia, era duro, pero valía la pena. Siempre nos encontrábamos aves, serpientes, ranas, mamíferos, e insectos increíbles, entre ellos las temidas Congas (Paraponera sp.) y por supuesto, muchas libélulas increíbles como Megaloprepus caerolatus, Miocora aurea o Philogenia martae; algunas especies de Palaemnema, Heteragrion, Argia, Orthemis, Erythrodiplax y Hetaerina; y algunos gomphidos, entre otras que con seguridad estoy olvidando en el momento.
Pero las libélulas son criaturas exigentes que vuelan felizmente casi exclusivamente en días soleados, y teniendo en cuenta que la precipitación en este lugar está alrededor de los 6500 mm anuales, ver los rayos de sol no es algo fácil. El escenario más común es un cielo azul y un sol brillante en las mañanas, antes del mediodía, densas nubes se empiezan a apoderar del cielo y eventualmente un huequito entre las nubes deja pasar un rayo de sol por unos cuantos minutos. Era este el momento en el que teníamos que estar listos, pues las libélulas aparecían en todo su esplendor.
La mañana del 16 de febrero de 2017 no fue diferente, estaba muy nublado en la quebrada y decidimos que ya era hora de emprender el largo camino de regreso. Cuando íbamos saliendo, el sol decidió brillar una vez más, y tengo el vívido recuerdo de ver dos libélulas muy pequeñas pero de un rojo muy brillante, bajando hacia la quebrada entre la vegetación. Cornelio Bota iba de primero, y como siempre, con la red lista. Antes de yo poder decir algo, él ya las había atrapado. Le pregunté qué especie era, porque estaba segura de que yo no la había visto antes, y para mi sorpresa, él, que se ha dedicado a estudiar estos animalitos la mayor parte de su vida, tampoco tenía idea de qué pudieran ser. Cuando las sacamos de la red pude ver lo que es para mí la libélula más linda que he visto. Con una frente amarilla brillante, como si fuera de escarcha, y un abdomen rojo encendido.
Nos devolvimos muy emocionados por haber encontrado esta libélula misteriosa. Pero la emoción fue mayor cuando finalmente desciframos su identidad y la historia detrás de esta especie. Cien años antes, en febrero 17 de 1917, Williamson estaba en una expedición en el Valle del Magdalena (Colombia) cuando encontró el único macho conocido (y espécimen tipo) de esta especie hasta el momento de nuestra historia, lo llamó Heteragrion calendulum, basándose en “las áreas metálicas brillantes en el vértex”. Cuando leemos su texto científico, también reconocemos que la emoción que él sintió al encontrar este animal no fue menor a la nuestra. Esto, y el misticismo detrás de nuestro encuentro exactamente 100 años después, nos hizo sentir una conexión (probablemente no merecida) con Williamson.
En su texto, Williamson describe el esfuerzo que hizo, en vano, para encontrar otros ejemplares de esta especie en su expedición. Nosotros fuimos afortunados de encontrar, además del macho, a la hembra, que no se conocía. A parte de Williamson, nadie había vuelto a reportar esta especie, hasta que la suerte, unos rayos de sol, y estar en el lugar y momento precisos, nos permitieron redescubrirla. Al final, resultamos completando el esfuerzo de Williamson de encontrar más individuos de esta especie en Colombia.
Nos hace muy felices haber encontrado esta especie, sin embargo, tememos por su futuro. El bosque en la localidad tipo (lugar de donde fue descrita) desapareció hace mucho tiempo, esperamos que la vasta selva Chocoana perdure como refugio para esta y muchas otras especies que están perdiendo su hábitat original.
Juliana Sandoval-H ha pasado la mayor parte de su vida académica explorando selvas tropicales, principalmente en busca de libélulas y aves. Ella es una de las autoras de la guía de campo “Libélulas de la Cordillera Occidental Colombiana, una mirada desde El Tatamá”. Si quieres contactarla escríbele al correo electrónico julisando@gmail.com.