Especie del mes de julio: Mesamphiagrion gaudiimontanum, “La alegría de las Montañas”
Nuestra especie DSA del mes es Mesamphiagrion gaudiimontanum, "La alegría de las montañas" caballito del diablo. Es un miembro de la familia Coenagrionidae y mide tres centímetros de largo. Habita turberas en los ecosistemas de Páramo ubicados por encima de los 3.000 metros en la Cordillera Central de los Andes en Colombia. Sigue las aventuras de Cornelio Bota mientras descubre una nueva especie de caballito del diablo en lo alto de las montañas colombianas.
La alegría de las montañas
Era abril de 2008, pero lo recuerdo como si fuera ayer. Me estaba recuperando de una cirugía de rodilla que me sacó del campo y de cualquier caminata durante seis meses. Seis meses en los cuales trabajé en la curaduría de la pequeña colección de Odonata que se encuentra en la Universidad de Antioquia en Colombia, donde estudiaba mi pregrado en biología. Seis meses que me hicieron dar cuenta del valor de caminar.
Estaba ansioso por volver a caminar por las montañas, respirar el aire puro y húmedo alrededor de los arroyos mientras buscaba libélulas. Así que planeamos una expedición de cinco días con los otros muchachos entusiastas que trabajan en la colección entomológica al Páramo de Belmira, la montaña más alta de los Andes Centrales en mi estado natal, Antioquia, a 3270 metros.
Éramos ocho ávidos exploradores armados con redes, frascos y sobres entomológicos, así como mochilas de 32 Kg llenas de comida, equipo de campamento y ropa. Fue un acercamiento hermoso, divertido y difícil desde el pueblo de Belmira ubicado a 2.500 metros hasta el campamento en el Páramo.
El día estaba nublado. No se observaron ni recolectaron muchos insectos durante la agotadora caminata de ocho horas. Eventualmente llegamos a un lugar que parecía un paisaje de película de ciencia ficción: “El reino del Frailejón”. Después de un buen plato de sopa y unos tragos de ron, dormimos como piedras.
El campamento estaba a 3200 metros y allí nos liberamos de cargar nuestras mochilas. Exploramos este lugar tranquilo que olía a fresco y estaba lleno de nuevos sonidos y cosas increíbles. Tucanes azul grisáceo. Colibríes. Todo tipo de flores y hojas. Ranas fascinantes y, por supuesto, insectos, especialmente escarabajos y un montón de moscas.
¡Pero nada de libélulas!
La mayor parte del tiempo estaba nublado, a veces decencia la neblina, otras veces llovía durísimo y nos teníamos que devolver al campamento en busca de resguardo, allí pasábamos los aguaceros tomando “carajillos”, una mezcla de café y ron, mientras alguien leía en voz alta para ayudarnos a no pensar en el frío.
Cada vez que dejaba de llover, volvíamos a explorar, protegidos con ponchos de plástico y botas de caucho. Yo deseaba con todo mi ser un poco de sol, pero las nubes parecían interminables. Después de tres días de búsqueda, sólo había visto un par de libélulas, en el género Rhionaeschna, y sólo había atrapado una. De repente, el sol brilló a través de un agujero en las nubes. Corrí lo más rápido que pude hacia una turbera impresionante que había estado observando. Las nubes se movían rápido, así que sabía que no tenía mucho tiempo. Cuando llegué al estanque, era tarde. Las nubes volvieron a cubrir la montaña. ¡estaba completamente desilusionado!
De repente, un caballito del diablo saltó y trató de alejarse volando desde el borde del estanque. Por suerte, mi red fue más rápida. Solo había visto un rayo azulado. ¡Mi corazón estaba latiendo rápido! Torpemente metí la mano en la red. ¡Era el caballito del diablo más impresionante que he visto en mi vida!
Era azul cielo y negro brillante, con un asombroso pterostigma azul. Yo era un principiante en el mundo odonatológico, pero supe desde ese momento que era una especie muy rara y probablemente nueva. De regreso a casa, fui guiado por Natalia von Elleriender y Rosser Garrison, quiénes me ayudaron a identificarlo y describirlo como una nueva especie. ¡Estoy agradecido por su ayuda! Se trata de Mesamphiagrion gaudiimontanum, que significa “la alegría de las montañas”. Volví varias veces a buscarlo en el páramo y descubrí que tienen un cambio de color ontogénico y que las hembras tienen dos morfos de color: adrocromo y ginocromo. En días soleados, su población es tan abundante que es el insecto más conspicuo del Páramo, pareciendo pequeñas flores azuladas que pueden volar desde la punta de una planta hasta la punta de la vecina. Estos caballitos del diablo crean una de las escenas más bellas y alegres que he visto en la vida.
Cornelio A. Bota Sierra ha estado explorando la biodiversidad de las libélulas colombianas desde 2007. Esto lo llevó a documentar y recopilar miles de datos sobre historia natural, ecología y especímenes para museos de todo el país, que fueron la base de algunas publicaciones como guías de campo o artículos, describiendo nuevas especies, redescubriendo otras, reportando varias especies raras, nuevos registros para Colombia y contribuyendo a sus evaluaciones de conservación según la UICN. En los últimos años, gracias al financiamiento del gobierno mexicano, investigó para sus estudios de maestría y doctorado sobre la tolerancia termofisiológica de una comunidad de libélulas andina tropical, que es un factor clave para comprender cómo afectará el cambio climático a estos insectos. Actualmente ocupa un puesto de postdoctorado en el Museo de Historia Natural de la Universidad de Alabama, donde se unió al equipo de GEODE para crear un conjunto de datos de distribución global de Odonata y explorar patrones ecológicos y geográficos en estos insectos.